Poseía un ciego el don de reconocer por el tacto a cuanto animal se le acercaba y era tal su destreza que aun podía decir a que especie pertenecía.
Cierto día, sus amigos le presentaron un lobezno para probar sus destreza. Acto seguido, el ciego palpo al animal y, permaneciendo un instante vacilante dijo al fin:
No puedo adivinar, pero creo que se trata de un lobezno, de una zorra o de otro animal parecido; con todo, puedo asegurar que no ha nacido el muy villano para convivir en un rebaño de corderos.
Moraleja: Al malvado se lo conoce a la legua.
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